Había una vez cuatro hermanas que vieron que al mundo le
hacía falta algo.
Antes, según la leyenda, el mundo se dividía en partes y
en cada parte haría una estación.
Las cuatro hermanas vieron que estas estaciones deberían
ser compartidas, que todos merecían saber cómo se sentían las diferentes estaciones.
Así que la más pequeña, hiperactiva y caprichosa de
todas, escogió la primavera, ella se encargaría de llevar a todas partes los
olores y la armonía de dicha estación.
El verano seria aquella alegre, cálida y risueña. La que
fuera capaz de llevar el calor y la vitalidad a todas partes.
Después vino el otoño, fue aquella hermana que pensó que
todos debían tener la capacidad de soñar, de enmendarse y de mejorar... Ella lo
llevo a todas partes.
Y al final vino el invierno... el invierno era frio,
cruel y despiadado, cerrando los ojos ante el sufrimiento ajeno.
Cuando el invierno llegaba, las demás hermanas se
ocultaban.
Así sucedió.
Así lo dicta la leyenda.
Así funciona el mundo.
Y fue así como decidieron que el invierno debía tener
corazón de hielo.
Mi nombre es Hanna, y yo soy el invierno.
Gracias a Karly Yudith Sépulveda Luna por la portada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario